Tan solo seremos libres, cuando no tengamos nada más que perder.

17 febrero 2012

Gravedad fría.

Nunca más echó la cabeza hacia atrás, recuerdo que se fue sin zapatos dejando una huella tan extraña como imperecedera, corrió todo lo que pudo, corrió lo justo como para perderlo en el punto exacto entre el cielo y la tierra, parecía que se fundía entre los halos de calor de ese verano que llegó en primavera.
Fue la ultima vez que lo vi, que pude ver su persona su alma y todo lo que conllevaba eso, una carga mental y personal que me hacia tiritar con su sola presencia, era una brisa demasiado fresca para un cuerpo tan esquelético como el mio, recuerdo que vino como un invernal entre tanto calor, para soltarme toda su rabia y amor en menos de una estacada, para que se me clavaran en mis vértices uno a uno, en todos los filos de mis huesos y en todas las partes de aquello que podemos llamar alma, fue cuando congeló al corazón lo volvió inmóvil, súbito. Por eso recuerdo el momento que huiste de mi, porque te llevaste todo aquel frio que me tenia petrificada, con el cual aprendí a vivir, me mantenía. Amaba a ese frio que me mantenía tan de pie y tan sumamente firme e inmune al mundo.
Te llevaste la respiración congelada con aquella carrera sin fin y recuerdo cuando el calor me abrumó y me volví indefensa a todo, sintiendo latigazos de sudor caer por todo mi cuerpo,  sintiendo como el fin llegaba tan cerca que solo sentía que me desplomaba que la gravedad me empujaba rápidamente hacia el suelo.
Quizás por eso me encante el invierno... para recordar aquel día, aquellos días.



Lo que no podría imaginar, que era la más bonita liberación, y que tu huida, fue una huida mía hacia delante.