Se había cerrado hacía el vacío,
la muerte le rebato la vida pero no la respiración,
se estaba convirtiendo en agua destilada donde las mezclas allí no existían,
( odiaría convertirse azul para luego ser absorbida y quedase sin luz ).
El impar se estaba volviendo par, algo que en ocasiones odiaba
y en otras se estremecía, pero no de felicidad.
Incidía para luego alejarse,
masticaba las palabras una a una para luego servírtelas en bandejas calientes,
y no querer saber nada de su sabor.
Y así empezaba su huida en puntillas, porque ya no tenía prisa.
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